Los escritores y otras personas que se dedican a crear libros o contenido en general nunca han tenido un trabajo sencillo: aunque desde fuera puede parecer algo sencillo, el proceso creativo es pesado, complejo y absorbente. Xavier Velasco afirma que la escritura, más que un arte, es un oficio que se perfecciona con la práctica continua: “Si escribes diario por treinta años consecutivos, tarde o temprano te saldrá algo que valga la pena.”
En el mundo en el que vivimos, el autor ya no puede permanecer ajeno a su audiencia, y sus lectores esperan poder interactuar con él de manera directa, más allá de lo que las lecturas y firmas de libros permiten, ya que éstas se encuentran limitadas por la geografía. Muchos autores jóvenes, acostumbrados a usar redes sociales, no tienen problema para interactuar con sus lectores en Internet, pero la resistencia de los escritores acostumbrados al papel es mayor, y algunos hacen como que Internet “no existe”.
Internet no sólo está cambiando la forma como se promueven y venden los libros, sino también como se crean. Modelos como el “cadáver exquisito”, en el que varias personas aportan un poco a un texto, pueden escalar a decenas, cientos o miles de colaboradores en cuestión de horas en medios digitales. Los procesos de corrección y edición ya no requieren un soporte físico y la retroalimentación de los lectores ocurre en tiempo real.
Un caso interesante de creación colectiva es el libro Calendar of Tales, que el escritor Neil Gaiman hizo para BlackBerry. La idea es simple: Gaiman escribiría 12 microhistorias sobre los meses del año y las publicaría en su cuenta de Twitter para que sus seguidores le dieran ideas sobre cómo desarrollarlas. Después utilizaría esas respuestas para crear cuentos más largos, mismos que publicaría en un blog para que más personas pudieran aportar imágenes, animaciones, videos o música para ilustrarlos. Al final todos reciben crédito como co-creadores, y el resultado final se puede descargar de forma gratuita desde Internet.
Es natural que muchos autores se resistan a estos nuevos modelos de colaboración en Internet, especialmente cuando también están preocupados por otros temas que afectan su obra, como la gestión de los derechos de autor en medios digitales, pero ése es un tema para otro día.
Así como la industria de los libros está cambiando, sus autores también. Un autor ahora debe decidir si participa en este cambio o se deja arrastrar por él.
Fuente forbes.com