Conspiración contra los wearables

Se supone que éste será el año en el que los wea­rables (esos pequeños gadgets portátiles diseñados para ser llevados con nosotros todo el tiempo) se pondrán de moda. Si aceptas sumarte a la ola, pronto todos estaremos conectados 24/7, emitiendo grandes cantidades de datos.
El problema: esa ola va años adelante del mercado. Aún hay grandes preguntas sin responder sobre los precios (demasia­do altos), duración de la batería (demasia­do corta), utilidad (demasiado limitada), aspecto (muy feos) y privacidad (demasia­do atemorizante).

“Vamos a necesitar ver surgir nuevas categorías y que las existentes evolu­cionen”, afirma Bill Briggs, director de Tecnología de Deloitte Consulting, quien predice que se venderán 10 millones de dispositivos portátiles este año en un mer­cado valuado en cerca de 3,000 millones de dólares (mdd).

Por ejemplo, los lentes de realidad aumentada Google Glass, que pueden grabar video discretamente, ya han sido prohibidos en algunos restaurantes, casi­nos, cines, clubes de striptease y hospi­tales. El tan publicitado reloj inteligente Samsung Galaxy Gear del año pasado, ha sido criticado por su falta de aplicaciones y diseño aburrido.
“Muchos de estos dispositivos serán como los propósitos de Año Nuevo: reci­birán muchísima atención y goce durante las primeras semanas, antes de terminar en un cajón”, dice Scott McGregor, di­rector ejecutivo de Broadcom, fabricante de los chips de bajo costo integrados que ayudan a que la tecnología detrás de los wearables sea posible.

¿Funcionales y bonitos?

Samsung, el fabricante de teléfonos in­teligentes más grande del mundo, probó suerte con los wearables desde muy tem­prano para demostrar que podía llegar al mercado más rápido que su archirrival Apple, que espera lanzar su esperado iWatch este año. El primer Galaxy Gear se sincroniza con un puñado de teléfonos inteligentes Android a través de Blue­tooth y notifica al usuario sobre textos, llamadas y correos electrónicos, pero a los críticos no les gusta la duración de la batería (de un día) ni que el lente de la cámara esté integrado en la correa.

Podría verse mejor, admite Young- Hee Lee, directora de Marketing para la división Global Móvil de Samsung. Lee, en cuya muñeca brilla un Gear blingtas­tic, de color crema con incrustaciones de 10 diamantes, se encarga de hacer que los consumidores se enamoren de los aparatos portátiles de Samsung. Eso pue­de incluir lentes inteligentes este año.
El mayor desafío de Samsung, que todo el mundo en la categoría enfrenta, es encontrar un equilibrio entre inge­niería y diseño.

Después de haber vendido un poco más de un millón de unidades desde su lan­zamiento en septiembre de 2013, el Gear de Samsung tiene dos nuevas versiones, el Gear 2 y el Gear 2 Neo. Uno de sus cambios más radicales es que funcionan con el sistema operativo Tizen, en lugar de Android.

Hasta ahora, el único smartwatch convencional para realizar llamadas es el Filip. Es un dispositivo de localización GPS, que fue creado por el empresario noruego Sten Kirkbak, en 2009, después de que su hijo se perdiera durante 30 minutos en un centro comercial.
Kirkbak diseñó el reloj no sólo para rastrear a los niños, sino también para hacer y recibir llamadas a través de una lista preestablecida de cinco números.
Se necesitaron dos años de ingeniería para construir un producto lo suficien­temente pequeño para contener cone­xiones independientes de voz y datos, y que a la vez fuera lo suficientemente elegante, dice el ceo de Filip Technolo­gies, Jonathan Peachey.

Entre la variedad de wearables disponibles en la actualidad, las ven­tas derivan casi en su totalidad de una categoría: monitores de ejercicio (que representan nueve de cada diez disposi­tivos vendidos, según Accenture).
Las marcas dominantes de las pul­seras —Fitbit, Nike y Jawbone— tienen acceso a una gran cantidad de capital (Fitbit levantó 43 mdd en fondos de riesgo en agosto) y han enlatado todo tipo de sensores en sus pulseras.

La lista de materiales para un weara­ble puede ser de diez dólares o menos, gracias a los chips que ahora integran procesador, conectividad y memoria, en comparación con una lista de materiales de alrededor de 100 dólares o más para un smartphone, dice Scott A. McGregor, de Broadcom. “Cualquiera que tenga una idea, básicamente puede construir un prototipo con menos del equivalente a un año de trabajo de un ingeniero… Es una placa de Petri de la innovación”.
Por supuesto, fabricarlos no significa que los consumidores quieran usarlos.
“Después de tres meses, sólo 40% de las personas todavía usa estas cosas”, estima Chander Chawla, un consultor de tecnología que ha asesorado a decenas de inversionistas de capital de riesgo y a fabricantes para lanzar wearables al mercado.

Los fabricantes tienen que proveer una experiencia social divertida y adictiva a los usuarios. Fitbit te permite monitorear y competir con tus amigos a través de su aplicación móvil, y ha descubierto que mientras más amigos añade el usuario, más usarán el dispositi­vo. El otro gancho de valor es el ahorro de dinero. Desde principios de 2010, Fitbit ha vendido software a miles de empresas que quieren monitorear a sus empleados como parte de programas de salud preventiva y bienestar corporativo. En promedio, 20% de los trabajadores se une a éstos programas y aún más se inscriben cuando se trata de Fitbit, dice Amy McDonough, quien ayuda a dirigir los programas.
El mayor desafío para los wearables es lo que los define en primer lugar: cómo lucen. La Fitbit y la Nike+ Fuel­Band han optado por el look de bandas de espartano; sólo la Jawbone Up le imprimió un cierto grado de estilo.

En los círculos de ingeniería de Silicon Valley, el éxito todavía se mide en gran parte por el número de unida­des vendidas o la precisión en el conteo de pasos de un monitor, dice el consul­tor Chawla. Pocos se han centrado en los gustos y las perspectivas conduc­tuales que son fundamentales para el negocio de la venta de cosas que llevas o vistes.

Es por eso que todas las miradas es­tán puestas en Apple. Aunque no fue la primera en llegar al mercado con un teléfono inteligente o una tableta, su sentido del diseño y capacidad de integrar gadgets, aplicaciones y servicios en línea, fijaron los estándares que otros siguen.

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Éstos son algunos de los wearables que probamos y los calificamos en una escala del 1 al 10.

Google Glass: 5
Pantalla óptica frente a tus ojos que te mantiene conectado a la Matrix. Tiene una cámara incorporada
que te hará que te saquen del cine. Espera atraer miradas. (1,500 dólares o menos).

Metapro Glasses: 6
Sus especificaciones de realidad aumentada permiten navegar por imágenes proyectadas que se ciernen en el aire. Tecnología temprana para uso doméstico. (3,650 dólares).

June by Netatmo: 6
Pulsera que realiza el seguimiento de la exposición al sol, tiene un atractivo para aquellos interesados en la moda. (99 dólares).

CSR Samart Necklace: 4
Una colaboración entre los ingenieros de Bluetooth y un joyero del Reino Unido. Este collar arroja una luz que cambia de color para que coincida con el atuendo del usuario. Se ve bien. Es para los verdaderamente aburridos.

Proteus: 8
Sensor ingerible, aprobado por la FDA, es parte de un sistema de retroalimentación digital que mantiene un registro del consumo de medicamentos y la actividad.

Voyce: 5
Collar puede rastrear la actividad de tu perro durante una semana, pero no es barato. (300 dólares).
Samsung Gear: 6
Este voluminoso reloj se sincroniza con un teléfono Samsung para mostrar notificaciones. La batería dura sólo un día, pero sus sucesores, el Gear 2 y Gear 2 Neo, están por salir a la venta. (desde 250 dólares).

Pebble: 6
El éxito de Kickstarter ofrece ahora el Steel, un modelo con correa estilo Rolex, pero la falta de nueva tecnología podría hacerlos caer frente a lo que Apple y Samsung estén por lanzar. (249 dólares).

Filip: 8
Un dispositivo de monitoreo para niños que también hace llamadas. Es un poco voluminoso, pero tranquilizará a los padres de familia. (200 dólares).

Fuente forbes.com

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